jueves, 24 de agosto de 2017

Carta de uma mãe que perdeu o filho em Pedrógão Grande - Carta de una madre que perdió a su hijo en Pedrógão Grande

Bom dia - Buenos días - Bonjour

Hace ya algunas semanas que dije que publicaría en castellano la carta que una madre escribe en recuerdo de su hijo fallecido en el incendio de Pedrogão Grande y aquí está. No quiero que se me pase porque es un tema que no se puede ni se debe olvidar.

Algunos dirán que nuestro país es distinto, que aquí no pasarán ni pasarán esas cosas. Que Portugal es un desastre tal y como piensan muchos portugueses y como reflexiona en Facebook nuestro amigo José Manuel Campos (ex-alcalde de Fóios) cuando dice que a pesar de todo "hay gente buena en Portugal".

Si, aquí parece que la administración no huye de las zonas rurales, que tenemos más autonomía... pero es un espejismo que se mantiene a base de muchos recursos y también, porque no decirlo, de mucho clientelismo...

Nuestros políticos, tanto estatales como regionales, se podrían ver igualmente reflejados en la carta de Nádia Piazza.

Vuelvo a recordar aquí el artículo que dediqué al terrorismo en este mismo blog Je suis Charlie, je suis Paris, je suis... No hace falta que añada Barcelona y Cambrils, las preguntas siguen siendo las mismas. En el caso de Portugal también, aunque para mí aquí hay alguna respuesta más clara. Pero ¿quién pedirá responsabilidades al Estado?

En el caso de España también cabría alguna responsabilidad visto como se tiran los trastos el Estado y la Generalitat por el asunto de la información o desinformación. Es terrible que unos chavales sin, en principio, ningún antecedente, puedan radicalizarse y cometer unos hechos como los sucedidos ¿Quién puede estar a salvo de esto? ¿Que medidas puede tomar un Estado para protegernos? ¿Porqué nos odian? ¿No habría que replantear nuestra política internacional? ¿A quién vendemos armas? ¿Para qué se usan?...

De todas formas no sé si es peor que te mate un terrorista o el abandono y la indiferencia del Estado, pero los muertos muertos están. Y los familiares siguen con su sufrimiento.

Un recuerdo para todos ellos, víctimas y familiares, también para los de Cataluña.

Os dejo con Nádia Piazza.

El silencio del fuego en la voz del dolor ...
Carta de una madre que perdió a su hijo en Pedrógão Grande.

Estamos tan cansados, pero no podemos estarlo. Los muertos no se callan y no nos dejan descansar. ¡Gritan por Justicia! ¡Exigen Cambio!

La Asociación de las Víctimas del Incendio de Pedrógão Grande, el gran, brutal y devastador incendio que ocurrió desde el 17 al 24 de junio de 2017, en los municipios de Pedrógão Grande, Figueiró dos Vinhos y Castanheira de Pêra, es un movimiento cívico que partió de Familiares y amigos de las víctimas mortales de esta tragedia. Una asociación cuyo fin es apurar responsabilidades y ayudar a construir un futuro en que tal tragedia y crueldad no vuelva a suceder.

Esta es la descripción de lo que pretendemos ser, con la ayuda de todos y el recuerdo de todos aquellos que partieron. Porque hoy somos una comunidad traumatizada. Una comunidad sujeta a tal brutalidad que no se nos apaga de la memoria ... El olor a tierra quemada es algo que nos envuelve, que nos empacha y que se ha metido en cada uno de nosotros. 

La pérdida de decenas de vidas y de forma tan trágica que roza la locura dejó una sociedad y todo su contexto alrededor en un luto impuesto. La vida acabó allí, en aquella carretera para muchas personas. Inocentes. Y acabó también parte de una vida para los que se quedaron. Los que quedamos, nos quedamos más pobres, más solos, sólo con el aliento de las memorias, pero con la revuelta de toda esta situación. Son hijos sin padres. Son padres sin hijos ... son casas sin gente, es gente sin gente, ¡no es natural! 

Miro alrededor y la gente no se ríe, lloran solas, tímidas, no se miran a los ojos, con vergüenza por su impotencia, con miedo; El escenario es deprimente y no nos ayuda a superar con dignidad la tragedia. El invierno no tardará y con él las calles desnudas de vida. Despedidas de aún más vida.


Hay rencor, resentimiento con el territorio y con las entidades públicas. El Estado falló. La Nación no existió.

Pero no falló sólo en esta tragedia. El Estado ha estado fallando a lo largo de décadas. El Estado padece una ceguera crónica, está enfermo de tal sentimiento de negación de sí mismo. Niega su estado de país rural, un país orgullosamente rural y por eso mismo rico. 

El Estado es un concepto frío, masculinizado, distante, de un ente que impone tributos y leyes a sus súbditos, un cúmulo de entidades supuestamente jerarquizadas, con dirigentes supuestamente competentes, y que supuestamente debían cumplir y hacer cumplir un conjunto de leyes y reglas que se van aprobando (¡o no!) conforme a las voluntades políticas de cada mandato. Así se va gobernando Portugal. Sin pactos de régimen y visión a largo plazo. Se va tirando de la manta, los unos a los otros, no percibiendo que, al final, sólo quedan pedazos, dolor y tristeza para gobernar. 

La Nación, a su vez, es un concepto acogedor, integrador, femenino, bello, casi maternal, que agrega a su Pueblo y su Territorio. Es lo que da sentido a la reunión de las personas en un determinado territorio al que llamamos "nuestro terruño", "nuestro rincón a la orilla del mar plantado", la proa de esta "balsa de piedra". Portugal.

El Estado falló en esta tragedia llevando consigo el sentimiento de pertenencia de Nación que teníamos. El Estado no protegió a su nación. No aseguró su Territorio y con él su Pueblo ... 

Hemos sido víctimas de esta ausencia insoportable de Estado. Ayer y Hoy. Pero no mañana. Porque ya están llegando los incendios que siegan vidas. Incendios como los de 2003, 2005 y junio de 2017, y que contabilizan hasta la fecha 100 víctimas mortales en suelo portugués, y que no pueden volver a suceder. Es hora de que todos digan "¡Basta!". Este Estado que no quiere ver se desentendió de una parte importante de su nación, la que movió este país por siglos, el Interior. 

Porque el Interior fue la primera muralla y frente de defensa del país en el pasado contra las invasiones extranjeras, el granero del país en tiempo de vacas flacas, el emisor de soldados en las guerras de ultramar, el mercado de mano de obra barata en tiempos de la construcción europea .. Cuando el Interior y sus recursos ya no eran precisos, sustituidos por la oferta de bienes y servicios más baratos, el Pueblo y el Territorio del Interior fueron abandonados a su suerte. ¡Emigren! Y así lo hicieron, abandonados a su suerte. 

No hubo solidaridad en tiempos de vacas gordas, no hubo estrategia para el Territorio cuando los dineros de los Fondos Estructurales europeos llegaban a raudales. Los años de olvido, de desmantelamiento progresivo y consistente de las instituciones regionales y locales, después siguieron las empresas y, finalmente, las personas. Sobrevivir es necesario.

Fueron sucesivas décadas de desinterés con el Interior, de negligencia con el Territorio, con los Montes y la Agricultura. Teniendo como consecuencia la emigración de las personas en edad activa, quedando una población envejecida y empobrecida obligada a exigir cuidados redoblados del poco Estado que quedaba y que fue despedazado y sobre todo de los municipios locales y de la caridad. 
Parecía deliberado ... el interior se convirtió en tierra de nadie, avergonzado de ser, abandonado y, por lo tanto, por fin, aplastado. 
Deberíamos dar gracias por habernos convertido en la mayor región “eucaliptizada” de Europa ... ¡Fuimos "agraciados" por la falta de oportunidad! El Territorio estaba de saldo y nadie lo quiso saber. 
El Interior se convirtió en un cantero de malas hierbas, sin los jardineros que eran sus habitantes. Un barril de pólvora en el que se suma la industria del fuego institucionalizada y un año electoral cualquiera. Los ingredientes ideales para la tormenta perfecta. 
La tragedia del 17 al 24 de junio de 2017 estaba más que anunciada. Fue sólo una cuestión de tiempo ... y el tiempo no se detiene! Y con él fueron muchas vidas cortadas. Muy temprano ... ¡demasiado temprano! 
Por ti, hijo mío ...

Nádia Piazza, madre de un niño de cinco años que murió el 17 de junio de 2017 en Pedrógão Grande